viernes, 17 de agosto de 2018

Las hijas e hijos y el costo emocional de la migración.


Psic. (Mag.) Rosmery Hernández

Cuando llegué a Chile, mi hija con tan solo 4 años de edad (recién cumplidos), no entendía aquello de “Comenzar de Cero” frase que me repetían en las despedidas, en las reuniones de amistades y familiares, porque para ella, todo es nuevo, y sin mayor apego, que aquel imitado por los adultos cercanos, sintió que estaba en un viaje para conocer un nuevo país, aquel que yo llevaba meses contándole, sería: Nuestro Nuevo Hogar. El viaje se inició con 2 maletas cargadas más de recuerdos que de ropa, muchas expectativas, miedos, pero sobre todo, mucha Fe; éramos 2 (ella y yo) con maletas y equipaje. Con el pasar de las semanas, cuando ya “las vacaciones” se estaban extendiendo más de lo común para ella, comenzó a notar que el viaje no era por unos días, y que ahora, no sabía lo que venía.
El proceso migratorio en niños y niñas no se inicia o finalizan con el viaje. Separación, elección y evolución son las oportunidades que nos brinda una crisis. Sin embargo, justo en el momento en que las estamos atravesando los venezolanos… ¡que duro pueden llegar a golpear!
La migración de venezolanos a Chile es una de las de mayor crecimiento durante los últimos años, debido principalmente al deterioro económico de Venezuela y el régimen político instaurado en nuestro país, lo que ha llevado a miles de compatriotas a emigrar, siendo Chile unos de los principales receptores.
Emigrar con los hijos supone desafíos muy particulares para las madres y los padres, pues la mudanza de país puede ser una experiencia muy estresante para un niño, niña o adolescente. Generalmente, los bebés se adaptan con gran facilidad a los cambios y prácticamente ni los notan. Sin embargo, los niños y niñas en edad escolar pueden ofrecer resistencia, experimentando cambios bruscos en su comportamiento. A partir de los 4 años, cada edad conlleva retos especiales. La adolescencia, por su parte, resulta una etapa crítica en los hijos, quienes pueden afrontar el cambio de país con especial sensibilidad.
Para intentar explicar cómo la migración influye en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes, utilizaré los mecanismos predominantes implicados, los cuales son estrés, ansiedad y depresión asociados a la migración.
1.- Estrés asociado a migración:
El proceso de migración causa estrés, no sólo por la separación de los amigos y familia extensa, costumbres, entre otros, sino porque los inmigrantes deben adaptarse a una nueva cultura, en la que pueden encontrar diferentes valores, diferentes maneras de interacción y roles sociales, apareciendo en ocasiones incompatibilidades entre la cultura propia y la del país de acogida. Pueden llegar a sentirse diferentes y en ocasiones excluidos.
Dicho estrés debe considerarse un estrés aculturativo (Guarnaccia & Lopez, 1998) y se asocia a las siguientes variables:
-Problemas con el idioma en el niño y sus familiares, que encuentran una sociedad en la que no les entienden su idioma nativo y en la que ellos no comprenden el lenguaje del país receptor.
-Percepción de discriminación de la nueva sociedad en relación a diferencias que van desde el idioma, color de piel, diferencias físicas, forma de vestir, comer, etc.
-Percepción de incompatibilidades culturales por diferencias entre los valores familiares, estilos de interacción y roles sociales.
-Conflictos con los padres, por el momento en el que los niños se adhieren a los valores culturales y normas del país acogedor y abandonan los del país de origen.
2.- Ansiedad asociada a la migración:
Es completamente normal tener sentimientos de ansiedad en determinadas situaciones y a determinadas edades. Con el tiempo, la mayoría de niños aprende que los monstruos no existen, que los exámenes se aprueban estudiando, y cómo deben responder a una broma.
Sin embargo, para los niños, niñas y adolescentes inmigrantes, las sensaciones de ansiedad son muy intensas o aparecen a menudo. En lugar de aprender a manejar la angustia, pueden comenzar a sufrir ansiedad y se sienten cada vez peor.
Una de las formas de manifestarse es a través del:
Trastorno de ansiedad por separación, con síntomas, tales como: El llanto, la necesidad de aferrarse a alguien, o el sentimiento de pánico ante las despedidas de sus cuidadores, así como una excesiva preocupación porque algo pueda pasarles a ellos o a sus seres queridos. Expresar miedo de que sus padres no vuelvan a casa, no querer dormir solos y hasta negarse a ir a la escuela.
3.- Depresión asociada a la migración:
La despedida es una etapa crucial de la migración y debe elaborarse del mismo modo que se hace con el duelo, dado que también se trata de una pérdida. Desde ese momento se da inicio a un proceso, a quienes algunos autores, han llamado: “duelo migratorio”. De acuerdo con Freud (1917), “[…] el duelo es, por lo general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc.” (pp.21)
Es normal que los niños manifiesten apego por los familiares y amigos que se dejaron en el país de origen. Durante los primeros tiempos, es común sentir nostalgia y deseos de contactar frecuentemente a los abuelos, tíos, primos y amigos, entre otros seres queridos.
Aproximadamente, el 5 por ciento de los niños padece de depresión en algún momento de la migración. Y aunque cada niño es diferente, es único en su forma de ser, en su personalidad y en la manera de aceptar los cambios que se producen en su vida, algunos pueden llegar a presentar parte de las siguientes sintomatologías:
- Está continuamente triste,
- Se aburre y se cansa con facilidad
- Presenta menos energía o concentración
- Está irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, haciendo rabietas o berrinches
- Se le nota extremamente sensible hacia el rechazo y el fracaso
- Expresa baja autoestima, depreciándose a sí mismo
- Elige "finales tristes" para sus cuentos y representaciones
- Se comporta de una manera agresiva
- Se queja constantemente de dolores tales como de cabeza o de estómago
- Duerme demasiado o muy poco
- Come demasiado o muy poco
- Sufre una regresión, hablando como un bebé u orinándose en la cama
- Habla de suicidio
- Habla de escaparse de casa
Entonces, si bien el proceso migratorio es complejo en cualquier etapa de la vida, está claro que, no es lo mismo vivir la migración cuando se es niño, adolescente o adulto.
Ahora, ¿qué hacer cuando se presentan algunas de estos cuadros o reacciones?
1. Entender los desafíos emocionales de la emigración
Resulta esencial respetar la individualidad. Cada miembro del grupo familiar interpretará la emigración de una manera única, personal. Es importante que los padres entiendan que lo que puede resultar triste, nostálgico o amargo para sus hijos, tal vez no lo sea para ellos, y es normal.
Para los adolescentes (jóvenes entre 12 y 17 años) el cambio de país constituye un proceso particularmente exigente desde el punto de vista emocional, pues los vínculos afectivos con el país de origen, los familiares y los amigos son más profundos.
Es muy posible que la primera reacción sea de resistencia y rebeldía. Sin embargo, los adolescentes son capaces de entender las motivaciones serias que llevan a sus padres a tomar la decisión de partir y poco a poco van cediendo a la idea del cambio.
2. Avivar la comunicación familiar
La comunicación con los hijos es clave en todas las etapas del proceso de emigración. Resulta esencial escuchar los puntos de vista de los jóvenes, sus objeciones y temores.
La comunicación activa permitirá a cada miembro del grupo familiar conectar con sus propios sentimientos y con los del otro, y en ese proceso acompañarse mutuamente y darse ánimo y valor para continuar.
Como cabezas del hogar, los padres deben procesar sus sentimientos como adultos para ayudar a sus hijos, a través de la comunicación, a manejar sus emociones.
3. Ayudar a controlar los miedos
Es importante que los padres escuchen las preocupaciones y miedos de los hijos. Si el niño es poco expresivo, hay que hacer las preguntas acertadas para que poco a poco explique los motivos de su estrés, sus dudas e inquietudes. El objetivo de la conversación es que los padres ayuden a los menores a entender los sentimientos y emociones legítimos que están experimentando y les transmitan seguridad y confianza, para que la mudanza deje ser un proceso de incertidumbre.
Vale la pena explicar al niño los conceptos de historia familiar, raíces y herencia cultural como “tesoros”, que forman parte de su identidad y que serán elementos aliados durante la experiencia de emigrar.
La comunicación con los hijos es la clave de una emigración sana.
4. Mantener una actitud entusiasta
Es esencial explicar la decisión de emigrar como un cambio necesario para la familia, destacando que los hábitos y costumbres esenciales del grupo familiar no sufrirán grandes alteraciones.
Para finalizar, nos queda tener presente que:
Emigrar para darles una mejor vida a nuestros hijos puede implicar aspectos positivos, pero, como todo cambio, la transición puede ser complicada.
Por supuesto, decidir emigrar nunca es fácil, más aún cuando se tienen hijas e hijos o cuando se es madre soltera. Emigrar no consiste simplemente en guardar en una maleta tus pertenencias y emprender de manera improvisada la aventura de tratar de ser feliz y darles una mejor vida a tus hijos e hijas. Es realmente mucho más complicado que eso.
Pero tranquilos, la crisis pasará y el comportamiento de tu hija e hijo volverá a normalizarse y si no es así, siempre buscar ayuda, será una buena opción.

Psic. (Mag.) Rosmery Hernández
@gotasdebienestarenchile
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