El niño que vive en el ambiente creado por el adulto, vive en un ambiente inadecuado a las necesidades de su vida –no solamente físicas- sino también, y sobre todo, a las necesidades de desarrollo psíquicas y de expansión intelectual y moral. El niño es reprendido por un adulto más fuerte que él, que dispone de él y lo obliga a adaptarse a su ambiente con la reflexión demasiado ingenua de que algún día deberá vivir como personaje social.
Casi toda la acción llamada educativa está invadida por el concepto de provocar una adaptación del niño al mundo del adulto de forma directa y por lo tanto violenta, basándose en un sometimiento indiscutible y en una obediencia ilimitada, que conducen a la negación de la personalidad infantil. Esta negación provoca que el niño se vuelva objeto de juicios, injurias y castigos injustos que el adulto jamás se permitiría realizar sobre otro adulto, aún si se tratara de una persona que le estuviera sometida.
Tal comportamiento es tan radical que prevalece en las familias aún hacia el hijo más amado y se intensifica después en la escuela que representa, casi siempre, el lugar donde se cumplen metódicamente las adaptaciones directas y prematuras a las necesidades del mundo del adulto: por lo tanto se encuentra el trabajo forzado y la disciplina dura, que ponen al delicado germen humano en el que se encuentra la semilla más pura de la vida espiritual, en un ambiente que le es extraño y nocivo.
Con mucha frecuencia el acuerdo educativo entre la familia y la escuela se resuelve en una alianza de fuerzas contra el débil –hasta que esa vocecilla incierta y tímida no encuentra un eco en el mundo- y el pequeño, que busca ser escuchado, viene herido en el corazón de la injusticia y cae en la obscuridad, a menudo tremenda, del sometimiento.
En cambio, la obra justa y caritativa del adulto hacia el niño, debería ser la de prepararle “un ambiente apto”, diferente de aquel en el que opera el hombre fuerte y ya formado en su carácter. La actuación práctica de la educación, debería comenzar por la construcción de un ambiente que cuide al niño de los obstáculos duros y peligrosos que podría proponerle el mundo del adulto.
(MONTESSORI, María. 2016, El niño en familia, Ámsterdam, Montessori-Pierson Publishing Company)
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