lunes, 12 de noviembre de 2018

El efecto de las nalgadas y correazos en la salud de los niños

Por David Aparicio - 22/02/2017
en: https://www.psyciencia.com/el-efecto-de-las-nalgadas-y-correazos-en-la-salud-de-los-ninos/

El castigo corporal ha sido utilizado durante miles de años y se ha enseñado por generaciones. Las investigaciones han sido claras y han demostrado los peligrosos efectos de las nalgadas, correazos y el castigo físico en todas sus formas. Sin embargo los profesionales de la salud no hemos explicado con claridad cuáles son sus efectos, en parte porque nuestra narrativa se ha basado en opiniones, creencias y posturas personales, pero no hemos ofrecido evidencia concisa basada en datos sólidos que informen a los padres y los ayuden a tomar mejores decisiones en cuanto a disciplina.

Este artículo no intenta decirles a los padres cómo criar a sus niños. Estoy completamente convencido de que los padres quieren lo mejor para sus hijos y se sacrifican por ellos. Pero es nuestra responsabilidad la de proveerles los datos científicos más relevantes en cuanto al daño que provoca el castigo físico, sus efectos a corto y largo plazo en la salud, los compromisos internacionales para prohibir todo tipo de castigo físico y alternativas más efectivas de disciplina.
Qué es el castigo físico y su prevalencia
Existen cientos de definiciones e interpretaciones, pero para evitar confusiones utilizaré la definición propuesta por el Comité de Derechos del Niño en su Observación General N° 8 adoptada en el 20062:

“Cualquier castigo en el cual se use la fuerza física y se pretenda causar algún grado de dolor o incomodidad, por muy leve que sea. La mayoría de los casos consisten en golpear a los niños, con la mano o con un implemento – un látigo, un palo, un cinturón, un zapato, una cuchara de madera, etc. Pero también pueden aplicar acciones como patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas, ardor, escaldadura o ingestión forzada (por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar especias, como el picante)"
La mayoría de las investigaciones considera al castigo físico y al abuso físico como dos puntos en una serie continua de conductas violentas destinadas a controlar a los niños. Lo que significa que el castigo físico sería una forma de violencia física moderada y el abuso sería una forma más extrema. Por lo tanto, podemos diferenciarlas de la siguiente manera:
Según Murray Strauss el castigo físico es:
“El uso de la fuerza física con la intención de causar en el niño una experiencia de dolor, sin causar lesión, con el propósito de corregir o de controlar la conducta del niño”.

Por otro lado, el abuso físico se define como:

“(…) se caracteriza por infligir lesiones físicas como resultado de golpear, patear, morder, quemar, sacudir o dañar de otra manera a un niño. Es posible que el padre o cuidador no tenga la intención de herir al niño, sino que la lesión puede haber resultado de una disciplina excesiva o un castigo físico.”

Con estas definiciones se aclara que el presente artículo no se enfocará en las repercusiones y efectos del abuso sino exclusivamente sobre el castigo físico.

El informe más reciente sobre la violencia contra los niños publicado por UNICEF encontró que el castigo físico es la forma de disciplina violenta más utilizada en el mundo. Sus datos fueron recolectados entre los años 2005 y 2013 y demuestran que uno de cada cinco niños de entre 2 y 14 años, ha experimentado el castigo físico en su hogar durante el último mes. Así también encontró que, en promedio, el 17% de los niños ha experimentado algún tipo de castigo físico severo como golpes en la cabeza, rostro y orejas, o fueron golpeados severamente en varias ocasiones durante el último mes. Este último dato evidencia que los padres y cuidadores que utilizan el método ya nombrado son más propensos a escalonar el castigo físico a formas más severas de violencia física con sus hijos.

Efectos a corto y largo plazo sobre la salud y relación familiar
Durante los últimos 50 años se han publicado cientos de investigaciones independientes que demuestran la ineficiencia del castigo físico como método de corrección y enseñanza. También se han evidenciado los efectos nocivos sobre la salud física y mental a corto y largo plazo de los niños. Sin embargo, no fue sino hasta el año 2002 cuando Elizabeth Gershoff, una investigadora y profesora de psicología del desarrollo en la Universidad de Texas, publicó en la revista Psychological Bulletin6, el primer metanálisis que sintetizaba la evidencia y la literatura teórica sobre este tema. En su trabajo se incluyeron investigaciones donde participaron más de 36,000 niños y cumplían con los requisitos establecidos: contar con suficientes datos estadísticos, evaluar solo el castigo físico (no una combinación con el abuso físico u otros métodos de disciplina, como la verbal) o que fueran administradas por padres provenientes de muestras especiales.

Una vez realizados los controles y analizados los datos, Gershoff encontró que el castigo físico o corporal se relacionaba con:

Incremento de las conductas indeseadas (las conductas que los padres creen eliminar).
Reducción de la internalización moral, incremento de la agresión por parte del niño.
Incremento de conductas delictivas y conducta antisocial.
Afectación de la salud mental del niño.
Incremento del riesgo de ser víctima de abuso físico (los padres son más propensos a incrementar el castigo físico cuando no obtienen la respuesta, lo que expone a los niños a sufrir de abuso).
Aumento de actos de agresión en su vida adulta.
Incremento del riesgo de cometer algún tipo de abuso sobre su propio hijo o pareja.
De todos estos efectos nocivos, Gershoff solo encontró un efecto “positivo” y fue que el castigo físico se relacionó con la obediencia inmediata de los niños luego de recibirlo. Sin embargo, es necesario resaltar que esto no significa que el niño aprenda a comportarse de la manera deseable, sino que solamente sigue las ordenes inmediatas para evitar el dolor infligido por el adulto pero luego volverá a realizar las conductas indeseadas. Este tipo de respuesta puede ser útil en un caso extremo donde el niño esté en peligro de muerte, pero no es una estrategia efectiva cuando se desea que el niño internalice las normas que se quieren enseñar y que pueda reproducirlas por él mismo.

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