por: Berna Iskandar.
Cuando decidimos salir de esquemas insanos de crianza, y apostar por alternativas conscientes,libres de violencia, se nos plantean grandes desafíos. Comparto tres de ellos.
1• Adultos y niños a menudo andamos en planetas distintos. Los adultos hemos perdido memoria de nuestras propias vivencias infantiles, y desde ese olvido nos cuesta sintonizar o empatizar con los peques. Entonces es fundamental apelar a toda nuestra capacidad de empatía para establecer un vínculo robusto con las criaturas, sentirlas, interpretarlas y responder sensiblemente a sus necesidades. Ser capaces de conectar con el alma infantil del niño a nuestro cargo, formarnos para comprender sus procesos emocionales, su punto de vista según cada momento madurativo, sin degradar ni banalizar sus sentires, expresiones o sus necesidades a la condición de capricho o mala crianza. Para un desarrollo psicoafectivo saludable, es indispensable que el niño cuente con cuidadores capaces de conectar con su alma infantil, conocer su mundo interior, sus necesidades y satisfacerlas sin reparo.
2• Confiar en la capacidad de autorregulación del niño. Los padres empujamos, apuramos, presionamos a las criaturas para que pasen hacia etapas para las que aún no han madurado. A menudo nos preguntamos ¿hasta cuándo va a llevar pañales, hasta cuándo va a querer dormir con nosotros, hasta cuando va a necesitar que lo cargue, hasta cuándo hará berrinches, hasta cuando va a necesitar de mí…? La crianza pone a prueba nuestra paciencia y altruismo, exige mucho esfuerzo y compromiso desinteresado, con lo cual tendemos a sentirnos agobiados, desbordados, confundidos, culpables. Sin embargo no por empujar logramos que la criatura madure más rápido, al contrario. Solo provocamos secuelas en su salud psicoafectiva presente y futura. Observemos y confiemos en las pistas que nos van dando los peques. Ellos todavía están conectados con lo que les encaja, no han tenido tiempo para alejarse demasiado de su registro interno.
3• Autoconocimiento mediante el reprocesamiento de nuestras propias infancias. No podemos sentir y no herir a nuestros hijo sin antes sentir conscientemente a nuestro niño herido.
Berna Iskandar @conocemimundo
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